Cuando se habla de Tenerife, la mayoría de las guías turísticas mencionan el Teide, el Loro Parque, las playas de arena negra y la animada vida nocturna de la isla. Pero ¿qué pasa si queremos explorar la isla de una manera diferente? Para todos los que buscan una experiencia más auténtica, alejada del turismo masivo, planteamos la visita a cinco de los rincones menos conocidos de Tenerife, capaces de hacernos ver a la ‘mayor’ de las Canarias con otros ojos.
Anaga: bosques para pasear y playas ocultas
El Parque Rural de Anaga es un paraíso natural que parece sacado de otro mundo. Su bosque de laurisilva envuelto en niebla nos transporta a una época prehistórica. La mayoría de los visitantes llegan hasta la Cruz del Carmen para admirar las vistas, pero para que la experiencia sea aún más mágica, hay que recorrer el Sendero de los Sentidos, un antiguo camino real empedrado donde se puede tocar, oler y sentir la esencia del bosque.
Después de la caminata, es recomendable seguir explorando para encontrar playas ocultas, como las de Benijo y Almáciga, donde las montañas verdes se encuentran con el Atlántico en un espectáculo sobrecogedor. Estas playas, de arena volcánica y aguas bravas, son perfectas para quienes buscan una conexión más íntima con la naturaleza.
La Cueva del Viento: un viaje al interior de la Tierra
Muchos turistas suben al Teide, pero pocos saben que Tenerife esconde en su interior uno de los tubos volcánicos más grandes del mundo: la Cueva del Viento. Ubicada en Icod de los Vinos (localidad que también alberga el Drago Milenario, uno de los árboles más icónicos de Canarias), esta maravilla geológica se formó hace 27.000 años tras una erupción del volcán Pico Viejo.
Recorrer sus túneles es como viajar al pasado y descubrir cómo la lava modeló la isla. Aquí no hay luces artificiales ni pasarelas cómodas: solo un guía, un casco con linterna y el sonido del silencio absoluto. Es una experiencia única para los amantes de la espeleología y la aventura.
Atardecer en Los Gigantes
Si bien los Acantilados de Los Gigantes son una atracción conocida, pocos visitantes los experimentan desde una perspectiva diferente. La mayoría los ve desde la playa o en excursiones en barco, pero una forma realmente especial de disfrutarlos es desde el agua en kayak o paddle surf al atardecer.
Es una zona ideal para remar mientras el sol tiñe el cielo de tonos rojizos y naranjas, y ver cómo los enormes acantilados de más de 600 metros de altura se oscurecen a medida que cae la noche. Además, en esta zona es frecuente avistar delfines y tortugas marinas, lo que convierte la experiencia en algo aún más inolvidable.
El remoto Faro de Punta de Teno
No muy lejos de Los Gigantes encontramos Punta de Teno, uno de los lugares más aislados y espectaculares de Tenerife. Ubicado en el extremo noroeste de la isla, este cabo ofrece unas vistas impresionantes de los acantilados.
Para llegar, hay que recorrer una carretera de vértigo que atraviesa paisajes volcánicos y túneles excavados en la roca. La recompensa es un paraje salvaje donde el faro solitario vigila el océano.
La Laguna: leyendas y casas encantadas
San Cristóbal de La Laguna, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es una ciudad colonial con calles llenas de historia. Pero lo que muchos no saben es que también es un lugar envuelto en misterios y leyendas.
Al caminar por sus calles empedradas de noche se pueden descubrir historias de casas encantadas, monjes fantasmas y sucesos inexplicables. Una de las más famosas es la de la Casa Lercaro, donde se dice que aún vaga el espíritu de Catalina, una joven que se quitó la vida para evitar un matrimonio forzado.
Para una experiencia más inmersiva, es recomendable unirse a alguna de las rutas nocturnas de misterios que se realizan en la localidad y dejar que un guía experto nos cuente estos relatos en primera persona.
Garachico: el pueblo que renació de la lava
Garachico es un pequeño pueblo costero que, en 1706, quedó sepultado por la lava tras la erupción del volcán Trevejo. En lugar de desaparecer, sus habitantes lo reconstruyeron sobre la roca volcánica, dando lugar a uno de los pueblos más pintorescos y auténticos de Tenerife.
Hoy, pasear por sus calles es viajar en el tiempo. Aquí no hay grandes complejos turísticos, sino plazas con encanto, balcones de madera y unas piscinas naturales espectaculares formadas por la lava solidificada: El Caletón. Bañarse en estas aguas cristalinas con vistas al océano es una de las experiencias más auténticas que se pueden vivir en Tenerife.
Ya sabemos que Tenerife es mucho más que sol y playa, pero hay que atreverse a salir de las rutas convencionales para descubrir una isla llena de sorpresas, paisajes increíbles y lugares con historia. ¿Quién se anima a explorarla desde una perspectiva diferente?